sábado, 25 de octubre de 2014

Me mueve el aire

La familia tiene una casa en Dakar y otra en un pueblo cerca de Joal. Cargamos el coche con las maletas y hacia las 13 horas vamos a subirnos al coche cuando se pone a llover fuertemente. Volvemos a la casa a esperar que amaine. La tormenta es fortísima con unos rayos y truenos que yo hacía tiempo que no veía y tarda dos horas en parar. A las 15 horas, comidos y todo, nos subimos  al coche. Saliendo de Dakar y a punto de entrar en la autopista (sí, sí, autopista con peaje y todo) se para el coche. Nos bajamos todos para empujar y ver si así arranca, pero no. Pasan unos chicos por allí, de los que venden cosas entre los coches, y nos ayudan a empujar, pero sigue sin arrancar. Estamos en el tercer carril pero nadie nos pita ni nos dice nada por estar interrumpiendo el tráfico. Imagino que porque esto pasa habitualmente, o eso es lo que me imagino yo, sobre todo viendo los coches que circulan ya que la mayoría está bastante cascado y dudo yo que pasasen una ITV de las nuestras. El coche en el que nosotros vamos no es para menos. Otros dos chicos nos ayudan a empujar el coche hasta el arcén y justo al lado de donde nos paramos hay un taller mecánico. Un trabajador viene  y se pone a mirar qué le pasa al coche. La madre, los tres niños y yo cogemos un taxi de vuelta a casa mientras el padre y el mecánico se quedan arreglando el coche allí mismo. Sí, habéis contado bien, en el coche íbamos seis personas... en el asiento de atrás sin cinturón y los niños sin sillita ni elevador ni nada... Volvimos a la casa y pasamos la tarde jugando a Lego... yo a ratos me aburría un poco, sobre todo pensando que era sábado y todo lo que me estaba perdiendo... pero también me venía bien un poco de tranquilidad después del ajetreo de los últimos días.

El padre volvió a casa a las once de la noche, con el coche arreglado.
El domingo por la mañana salimos hacia Joal. Habíamos dicho que saldríamos a las diez pero nos dieron las doce. Por el camino llueve y tenemos goteras en el coche. Buscando por dónde entra el agua vemos una planta que ha nacido en un agujero que hay en una de las puertas del asiento de atrás. Si estuviese en Pinetons haría un proyecto de eso, ¡seguro!
Por el camino iba toda entusiasmada por saber cómo sería el pueblo, la casa, la gente... para empezar ya me sorprende el paisaje, todo es plano lleno de palmeras y baobabs (sí, como los de El Principio) y los pueblos que atravesamos son los típicos pueblos africanos de casas redondas y con gente por todos sitios... las vendedoras de mango se aglomeran alrededor del coche para que compremos, las tiendas de muebles exponen lo que venden en plena calle, la gente se sienta a descansar en cualquier trocito de sombra, tenemos que sortear varios charcos enormes de la lluvia de estos días, le cedemos el paso a un pastor y sus vacas... blancas, solo blancas, no blancas y negras como siempre nos habían dicho en el cole... y, con todas las ventanas abiertas a falta de aire acondicionado, siento el viento en la cara que me alivia del calor y que me transporta a unos instantes de felicidad, unos instantes de ésos de sentir qué contenta estoy de haber venido y qué bien esto de que me mueva el aire...

3 comentarios:

  1. No dejes de escribir, viajo con tus palabras.
    Ainara

    ResponderEliminar
  2. Gracias Mayte por llevarnos de viaje, espero con impaciencia tu nuevo relato, para dejar volar mi imaginación y acompañarte un rato. Con ganas de verte, besos
    Piedad

    ResponderEliminar