martes, 9 de septiembre de 2014

Demasiadas cosas

Me despierto el miércoles pero no tengo ganas de moverme, no sé si es el calor o la emoción o todo junto. Me quedo sudando en la cama mirando el ventilador del techo, desde donde estoy el aire no me llega, además el colchón es durísimo, pienso en cambiarme de cama, total hay cinco más vacías en la habitación, pero sigo sin tener ganas de moverme... Echo un vistazo a la guía de Senegal que me he traído, busco Dakar y leo algo de lo que hay para ver... intento armarme de valor para levantarme y salir a la calle pero prefiero quedarme un rato más en la cama. El WiFi del hotel no funciona pero, gracias a las chicas de anoche, tengo whatsapp, ¡qué alivio! Me hace sentirme más acompañada, más cerca...

De vez en cuando me quedo mirando al techo y me digo a mi misma que estoy loca, que quien me mandaría a mí, que qué necesidad tenía yo... y hasta me parece oír la voz de mi madre diciéndome: ¡estás chalá! Pero se me pasa rápido y ni en un solo segundo me arrepiento de haber decidido irme.

Dos horas después me levanto, me doy una ducha en el baño compartido del pasillo e intento poner orden a mi cabeza poniendo orden a las cosas que tengo en la maleta... dejo la puerta de la habitación abierta, para ver si así corre algo de aire, y al cabo de un rato una de las chicas que trabaja en el hotel viene a la habitación, le pregunto si va a limpiar, o a cambiar las sábanas, si tengo que irme o hacer algo pero no, se sienta en la cama de al lado de la mía y se queda mirando lo que hago, lo que tengo.... a pesar de todo de lo que me he deshecho sigo teniendo muchas cosas y pienso que quizás por eso me mira... la situación me resulta embarazosa e intento hablar con ella, que qué calor hace, que si estás casada, que si tienes hijos... de mientras  revuelvo entre mi secador de viaje, mi mini plancha del pelo, mi silképil, mi súper neceser (en realidad son dos)... la chica sigue allí, mirándome, hasta que otra chica la llama y sale... para entonces ya he acabado de ordenar mis cosas y salgo yo también... al pasar por delante del cuartito donde están ellas las veo planchando las sábanas con una plancha de esas de hierro como las que usaban nuestras madres o abuelas, aquellas que se les metía el carbón dentro y que no necesitaban enchufe... estuve a punto de sacar la cámara o el móvil y hacerles una foto pero hubiera sido demasiado, ¿no?

Si es que después de todo de lo que me he deshecho, aún sigo teniendo demasiadas cosas.

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