viernes, 19 de septiembre de 2014

Ni un momento sola


Me doy un paseo por el mercado de Kermel y cuando me doy cuenta Mustafá ya lleva un rato acompañándome y explicándome los puestos que hay... ahora ya me lo he aprendido y no voy a aceptar ningún regalo que me haga, ¡ni que esté envuelto! Pero me dejo guiar por él porque es mucho más fácil y más tranquilo que ir sola. Me como un plato de arroz con pescado en un puestecillo del mercado, son las cinco de la tarde y me muero de hambre, degusto mi primer plato de comida senegalesa cruzando los dedos por debajo de la mesa... justo donde los gatos se entretienen a repelar las espinas que les tira la gente.
Mustafá se va a rezar mientras como y luego me sigue  acompañando... después, como el que no quiere la cosa, llegamos a su puesto en el mercado...  intenta venderme algo, pero no pienso comprar nada, ¡ya tengo bastantes cosas yo! Me quedo un rato por allí y antes de irme Mustafá me da una tarjeta con su teléfono. Además del puestecillo en el mercado tiene un taxi y se ofrece a llevarme a visitar el país... aún guardo la tarjeta, ¡nunca se sabe!
Sólo son las siete de la tarde pero está anocheciendo. Voy hacia el centro buscando alguna calle más iluminada. No la encuentro. Pero me encuentro a un vendedor de zapatos. Me dice que antes tenía una tienda pero que no funcionaba y por eso decidió vender por la calle. No me ofrece que le compre ningún par pero me pregunta donde voy y acabamos tomando algo en un bar, ¡Y me invita y todo! Y además me acompaña al hotel en taxi, pagando precio senegalés...  A medio camino le dio dinero al taxista para que recargara su saldo y llamase al hotel para que le indicasen cómo llegar. Segunda vez que circulamos por la ciudad buscando el hotel... pero esta vez no intentan subir el precio, quizás porque un senegalés me acompaña...
En la puerta del hotel, Cheriff me da su teléfono para que le llame y me dice que Dios me ha puesto en su camino y que no va a perder la oportunidad de conocerme... en francés... que suena más bonito todavía... me apunto el teléfono, ¡nunca se sabe! Entro a mi habitación, aún vacía, y, aunque hasta a mí me cueste creerlo, me alegro de estar completamene sola.

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